viernes, 21 de diciembre de 2012

21-12-2012



No conocía el miedo. Me creía inmortal. Mucho tuvo que ver el haber crecido rodeada de muerte. Difícil ser joven en esos días. Difícil ser joven y diferente. Pero no lo podía evitar. Si todos escuchaban a los Beatles yo enloquecía por los Stones. Si todos leían Juan Salvador Gaviota yo leía Hojas de hierba. Si todos cantaban Rasguña las piedras yo cantaba Gente que no. Los adocenados me aburrieron siempre, me adormecían. Nunca vas a llegar a ningún lado con esa actitud, me decían. Porque usas el pelo así, me decían. Porque te pones esa ropa, me decían. Porque perdes el tiempo en vez de estudiar una carrera, me decían. Como hacerles entender. Ni me molestaba. En eso estaba cuando me enamore de unos tipos con caras raras y pantalones ajustados. Sonidos nuevos, estética nunca vista. Música amable y poesía transgresora. El día que escuché por la radio Me fascina la parrilla, salí de raje a comprar el casete, ahí descubrí que había un casete anterior. Los compré a los dos y no paré de escucharlos. Fue amor. Los ví en muchos recitales, esperé por horas en la puerta de canal 13 para verlos de cerquita. Compraba sus discos en cuanto salían. Él estaba siempre ahí, con sus ojos brillantes y transparentes. Siempre ahí, adelante, con su baile, su sonrisa, su manejo exacto del escenario. Yo flotaba, no me importaba nada. Cuando lo ví sentado en Obras, cantando Transeúnte sin identidad, lloré sin consuelo, sentí que se despedía, sentí que la fragilidad que sostuve unos días antes al tomarlo del brazo, no era buena señal, sentí que una parte de mi vida se cerraba para siempre y no me equivoque. El 21 de diciembre de 1988 me levanté, como todos los días y fui al trabajo. Tenía 23 años y un extraño cansancio en el alma. Me senté en mi escritorio donde me esperaba un trabajo monótono. Una compañera corrió para decirme compungida, cuanto lo sentía. La miré sin entender. Había muerto Federico Moura.

M.V.M.




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