sábado, 16 de febrero de 2013


Yo si te quiero…


-No te quiero más.
La vocecita quebrada fue tajante. Unos ojos café, inundados en agua salada me miraban dolidos. Los brazos blancos y flacos, aferrados a una muñeca gigante. 
La puntada vino precisa en el vientre vaciado. Deje caer mi humanidad en la silla. Esperé que remitiera con la vista fija en la uña del dedo índice de mi mano derecha. Mano donde caminos de venas violáceas seguían llevando vida. Como una broma sin sentido que hacia sonreír de alegría a los amigos.
En el silencio de la habitación soleada resonó el golpe de la muñeca contra el piso. Un golpe sordo, demasiado apagado para un objeto tan grande. Desmesurado, como el consuelo que tenía que dar. Una muñeca que tapara la ausencia, el dolor, la incomprensión de los hechos, la vida real.
Imaginé la muñeca tirada. El vestido blanco arrugado por noches de abrazos infantiles. Humedecida por lágrimas que solo calmaban el sueño tardío. Vi sus ojos de vidrio celeste con pestañas exageradamente curvas y largas mirar fijamente el techo. El pelo de nailon dorado caóticamente enredado entre flecos de alfombra. Torcí la boca con amargura pensando en el padre desesperado, buscando en la juguetería un placebo para la soledad.
El vientre volvió a gritar y me torcí más sobre mi misma. La imagen de la muñeca vestida de blanco se transformó en la mujer vestida de blanco. La mujer alta de severos ojos negros que con voz fingidamente dulce me ayudaba a incorporarme en la cama del sanatorio. Me peinaba, me cambiaba, me curaba la cicatriz cada día.
Estéril. Me dije estéril miles de veces y ahora lo era más.
Estas manos debieron cortar. Las manos que no sirven para acariciarla. Estos brazos debieron cortar, los brazos que no sirven para abrazarla. Mi boca debió extirpar. Boca estéril que no supo consolarla.
Levanté la cabeza y trabajosamente enderecé la espalda.
La niña de ojos ahogados ya no estaba. La muñeca desmesurada, tirada en el suelo, se veía muy sola.
Me senté a su lado ignorando el dolor tirante y la abracé fuerte. Finalmente pude llorar, llorar como una niña pálida abandonada.
-Yo si te quiero.


M.V.M.



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